Cameron, Julia M. (1815-1879)
Nació en Ceylan el 11 de Junio de 1815 en Calcuta
(India), en el seno de una familia de diez hermanos. Hija de padre escocés y
madre francesa pertenecientes a la sociedad bengalí, fue educada en Francia
hasta los 19 años, donde regresó de nuevo a la India. Considerada una gran
excéntrica de la fotografía.
Cuando Julia
cumple los 20 años se mudan a Cabo de Buena Esperanza. Es allí donde conoce a
Charles Hay Cameron, veinte años mayor que ella, excelente jurista y plantador
de té, con quien se casa en 1838 dedicándose a cumplir el rol de esposa y
madre. Vivió en la India hasta los treinta y tres
años, después en 1848 cuando Charles se retira de sus actividades se trasladó
con toda su familia a la isla de Wight, en Inglaterra. Allí Julia se
relaciona con la comunidad de artistas conocida como la comunidad de Kensington
(el poeta Henry Taylor, el pintor Watts, el poeta Tennyson).
A
los 21 años conoció a Sir John Herschel.
Julia
tuvo seis hijos y otros mas adoptados, por ese motivo vivía en un gran caserón,
que siempre se encontraba lleno de poetas, artistas y científicos de la época
victoriana. Si bien le gustaban las artes y se relacionaba con
pintores y escritores apenas si se había permitido escribir unos poemas y
algunas páginas de un diario íntimo. En 1863 al cumplir 48 años y a causa de un
viaje de su marido, una de sus hijas le regaló una cámara para paliar la
soledad por su ausencia. Este hecho tuvo un fuerte impacto. Ese cajón entre sus
manos, ese artefacto pesado y misterioso cuyo manejo desconocía por completo, despertó
en ella una fascinación nueva. Armada con esta primera cámara fotográfica
(construída en madera con un objetivo de la marca Jamin), y un equipo de
revelado, en pocos meses dominó el proceso al colodión. Convirtió una carbonera
de la casa en un improvisado laboratorio y un cuarto de niños en su estudio.
Tras realizar sus primeras
fotografías, le escribió a su amigo Herschel (su asesor fotográfico)
confesándole sus ambiciones artísticas que pretendían ennoblecer la Fotografía y elevarla
a la categoría de arte, utilizando para ello una combinación de lo real y lo ideal, representando
principalmente La Verdad y haciendo de esta forma de expresión un puente para
enlazar con la poesía y la belleza.
Se esforzó por expresar ideales
bíblicos y literarios como la
inocencia, la sabiduría, la piedad, o la pasión y para ello retrató
idealizados y disfrazados a familiares y amigos.
Se dedicó a realizar retratos, en su inmensa mayoría, de sus familiares,
amigos, criados... obligándoles en muchas ocasiones a posar largos períodos de
tiempo debido a las investigaciones que llevaba a cabo con la luz y las placas.
Sus modelos fueron casi todas mujeres a las que utilizó casi siempre para
representar personajes. En cambio cuando fotografió a algunos varones ilustres
(Darwin, Tennyson o Watts por ejemplo) los dejó posar con el personaje propio
de la vida real.
Entre sus modelos femeninas figuró la ya crecida Alice Lindell, la
inspiradora de Alicia en el País de las Maravillas (que había sido fotografiada
de niña por el propio Carroll). Pero la más famosa de sus modelos a través de
los años fue Julia Jackson, una mujer famosa por su belleza y muy talentosa que
se casó por segunda vez con Sir Leslie Stephen con quien tuvo cuatro hijos,
entre ellos una niña que años más tarde sería conocida como Virginia Woolf.
Siempre le interesó más experimentar y capturar la esencia de los temas
que elegía, antes que dominar la técnica a la perfección. Se atrevió a jugar
con luces y sombras, a exigir a sus modelos femeninos una expresión
aparentemente de estatuas pero que sin embargo se muestran cargadas de enigmas.
Trabajó con el foco de manera flexible, desoyendo los dictados de la moda y
saliéndose de una definición nítida.
Deseaba mostrar el alma
de sus personajes y si para ello era necesario sacarlos fuera de foco o se
requería romper
con el realismo fotográfico y acercarse a las imágenes pictóricas,
así lo hacía.
Fue así, que por casualidad la madura señora victoriana se descubrió a
sí misma como artista, creadora y se convirtió rápidamente en una “maestra
temprana de la fotografía” como la reconoce Susan Sontag. En menos de un año
está presentando algunos trabajos a sus amigos y es nombrada miembro de la
Sociedad Fotográfica de Londres.
Al observar las fotografías de Cameron,
que se basan en poemas
y leyendas (como las que tratan sobre el mito artúrico),
uno puede comprobar la conexión con el arte
prerrafaelista tanto en el estilo como en sus temáticas.
Son muy
destacables sus series fotográficas ilustrando el libro de poemas de su buen
amigo Alfred Lloyd Tennyson, Idylls of the King, sobre la corte del rey Arturo y sus caballeros, su casamiento con la
reina Ginebra y su aventura con Lancelot, Merlín y Nimue, temas que
serían profusamente tratados también por los prerrafaelistas.
Sus fotografías muestran el arte de una mujer inmersa en el universo
victoriano misógino y represivo, educada en forma convencional, pero que el
encontrar su camino artístico en la madurez, intuitivamente se va alejando de
los modelos en vigencia y revela otra cara: introspectiva, contemplativa,
secreta de lo femenino. Sin duda es en los retratos despojados donde mejor se
evidencia su originalidad, pero aún en sus puestas en escena mitológicas o
literarias, muy posadas y con algún elemento de decorado, jamás cae en el barroco
kitsch de algunos pintores de la época.
Fue más
admirada por pintores y artistas que por fotógrafos, ya que éstos consideraban que su calidad era menor dado que no
aprovechaba ventajas técnicas de la cámara como la nitidez. Ella daba más importancia a la
estética que a la técnica.
Trabajó con su arte durante doce años, hasta su
muerte en 1879 a los 60 años en Ceylán. Siempre fue consciente de su valor como
artista y en cartas escritas por ella misma se puede leer: “aspiro a ennoblecer
la fotografía y garantizarle el carácter y los logros de las artes mayores”.
Henry, uno de sus tres hijos, abrió un estudio fotográfico en Londres.
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